Solo puedes decir que algo no te gusta cuando lo has probado.
Tienes la opción de aceptar qué pruebas y qué dejas pasar. Lo importante es tomar la decisión con motivos y argumentos. Y no porque te frenó el miedo o la incapacidad de creer que era posible…
Ese fue el argumento que utilizó mi esposo para convencerme de aprender a esquiar en nuestras últimas vacaciones en Nendaz (Suiza).
Realmente no me llamaba la atención pasar una semana intentando deslizarme por una montaña helada. Entre otras cosas porque los deportes de velocidad no son lo mío.
Pero finalmente llegamos a un acuerdo. Durante una semana intentaría aprender a esquiar. Si al final no me gustaba, sería una experiencia más.
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El miedo natural a lo desconocido
Los dos primeros días fueron la prueba de fuego. Odié sentir el frío helado en mi rostro y caminar con esos zapatos pesados. Sin embargo, me tragué mi incomodidad y lo intenté lo mejor que pude.
Varias veces terminé en el suelo, pero comprobé que la nieve amortigua las caídas. Así que como en la vida; era cuestión de levantarse e intentarlo de nuevo.
Los días 3 y 4 puedo decir que lo disfruté. Aprendí a bajar con mayor control las pequeñas colinas y a utilizar todo mi cuerpo para darle dirección al movimiento. Eso me evitó caídas y me hizo sentir que sí era capaz de esquiar.
El último día como me sentí más confiada dejé las colinas de primíparos y me lancé por una más empinada. Me tiré sin pensar y al tomar velocidad, el pánico se apoderó de mí y terminé en una caída estrepitosa…solo fue el susto!
Haciendo el balance de toda esta experiencia, me di cuenta que aprender a esquiar ha sido para mí como emprender mi propio negocio.
Antes de emprender pensé que esto no era lo mío. Detrás del discurso «no me interesa o esto es para personas arriesgadas», se escondía mi miedo a no ser capaz.
Emprender es: aprender cayendo
Cuando emprendes, realmente no sabes si funcionará como esperas y si darás la talla ante todas las responsabilidades que salen en el camino.
Lo que me he dado cuenta es que las inseguridades se van, a medida que vas desarrollando nuevas habilidades. Es cuestión de mantener la disciplina y no desistir ante las caídas. Porque ellas son parte del proceso, no el fin del mismo.
Como a la hora de esquiar. Cuando te caes tienes dos opciones: te levantas y lo intentas de nuevo, más consciente de los errores que cometiste; o te levantas y te vas a casa a ver la tele.
Aprender algo nuevo siempre será retador. Algunas veces incómodo, mientras tu mente y tu cuerpo asimilan el cambio.
Es cuestión de persistir, tener clara nuestra meta, pero también de aprender a disfrutar nuestro propio proceso.
Eso lo noté con los niños que aprenden desde muy pequeños a esquiar. No les importa caerse 20 mil veces; se levantan y van por más. Gastan su energía en disfrutar, no en demostrarle a otros que son capaces.
A veces se nos olvida disfrutar ese camino hacia la meta. Se nos olvida que cada persona tiene un proceso y que detrás de cada éxito hay horas de práctica.
Los que saben esquiar con proeza no empezaron ayer. Seguramente sus primeras veces fueron en esas colinas para primíparos y con múltiples caídas.
Igualmente, quienes hoy tienen una empresa exitosa han acumulado méritos para tenerla. Han invertido tiempo y dinero para hacer crecer su proyecto, incluso cuando las cosas no han salido como esperaban.
No es cuestión de suerte. Como algunos me han sugerido. Cada persona se busca su destino y decide qué opción toma y cuál deja pasar.
Por ahora, le puedo decir a mi esposo: gracias por llevarme a vivir una nueva experiencia.
Aprender a esquiar fue divertido. Pero me faltan motivos para seguir aprendiendo. Esos motivos que sí tengo para levantarme cada día a seguir adelante con mi emprendimiento…
Gracias por leer, volver y estar siempre allí!
Es un experiencia interesante, donde lo que importa no es caerse sino saberse levantar cuantas veces sea necesario, la vida siempre nos enseña que de los errores se aprende. Muchos éxitos en tu empresa, Dios te bendiga.